—
¡Seño
estamos cansados de Laura! Todo el tiempo nos persigue.
—
Seño,
yo le voy a “dar”… me agarra y me quiere besar… le voy a pegar.
—
¡No
la aguanto más! ¡Que se valla de esta escuela!
Los reclamos
de cada uno de los alumnos de segundo grado eran cada vez más. Cómo descubrir
qué pasaba por el interior de Laura, que no podía comunicarse con sus
compañeros de una manera que no molestara.
La violencia
y la agresividad física y verbal surgieron en el grupo de manera cada vez más
preocupante. Siempre en las cuerdas del ring estaba Laura; con su brazo sano
mantenía la firmeza, con el otro “daba latigazos” en su defensa. Salía de esa
lucha hostil caminando con dificultad, “dificultad” que le había regalado la
vida en sus primeros años de vida, cuando la falta de alimentación, control y
cuidados le provocaron una hemiplejia cerebral. Esta pelea a la muerte se la
ganó, pero la mala perdedora la dejo con dificultades en la motricidad de su
cuerpo en el hemisferio derecho. Y como
una paradoja le regaló un desarrollo sexual, hormonal y físico superior al de
su edad (con solo 8 años parecía una
joven adolescente floreciendo) y un desarrollo mental inferior.
¿Qué era lo
que necesitaba? ¿Cuántas veces me lo pregunte? ¿Cuántas reuniones con equipos
técnicos y su madre adoptiva en busca de respuestas?... Su madre…ella la había
adoptado a los 4 años, en un acto de profundo amor, ya que sola enfrentó la
gran tarea de amarla. Intentaba sostener, con su humilde sueldo de profesora,
tratamientos psico-pedagógicos, psicológicos, y de rehabilitación motora.
Fue cuando me
informaron que recibiría la ayuda de una docente integradora. Con una mirada
muy tranquilizadora evaluó la situación y me propuso cambiar la forma de
trabajo, comenzar a JUGAR. “¿Cómo podría cumplir con el programa de contenidos
si me ponía a jugar?”, fue lo primero que pensé. Pero mi necesidad de encontrar
armonía era mayor que mi preocupación por los contenidos. Así que me entregue a
la propuesta. Juntas armamos un proyecto donde jugando aprendimos a “mirarnos,
decirnos qué sentíamos, hablarnos, perdonarnos, escucharnos, compartir, crear”.
Fue maravilloso ver como esos niños que por momentos parecían odiarse
comenzaron a respetarse a crear cosas en conjunto.
¿Qué paso con
Laura? Era la más feliz, en el juego ella era y se sentía “protagonista”. Encontré
mi respuesta. ¿Qué era lo que Laura necesitaba?
“PROTAGONISMO
Y RECONOCIMIENTO” era todo lo que quería. Ser vista, reconocida, aceptada en sus diferencias. ¿Qué poco era y
a la vez que difícil? ¿Cómo transmitirles a los niños esto, si los adultos
constantemente discriminamos las diferencias y solo aceptamos estructuras
normales? Como mis planificaciones, que solo respondían a prácticas
estructuras…
Daniela, Me sumo a esta entrada! Donde tu protagonismo está visible! Me encantó! Saludos María Elena Parma
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